
En una reciente cena con el Comité Nacional Republicano del Congreso, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que su administración implementará un nuevo paquete de aranceles dirigido al sector farmacéutico. “Muy pronto anunciaremos un importante arancel a los productos farmacéuticos”, declaró el mandatario, anticipando una intensificación de su estrategia comercial.
Trump justificó la medida al señalar la ventaja competitiva del país en términos de mercado: “La ventaja que tenemos sobre todo es que tenemos un gran mercado, cuando escuchen eso, dejarán China, dejarán otros países porque deben vender la mayor parte de sus productos aquí”.
El anuncio fue respaldado por declaraciones del secretario de Finanzas, Scott Bessent, quien informó que al menos 70 países ya han iniciado conversaciones con el gobierno estadounidense respecto a los aranceles. “Todo esto va en la dirección correcta”, añadió el representante comercial Jamieson Greer durante su intervención ante senadores, subrayando que la política arancelaria busca revertir décadas de pérdida industrial. Según Greer, Estados Unidos ha perdido cinco millones de empleos manufactureros y cerca de 90,000 fábricas desde la firma del acuerdo de libre comercio con México y Canadá hace más de tres décadas.
Adicionalmente, fuentes cercanas a la Casa Blanca confirmaron que se evalúa la posibilidad de ampliar los aranceles a sectores tecnológicos estratégicos. El objetivo sería incentivar la producción nacional y disminuir la dependencia de proveedores extranjeros, especialmente en rubros de alta tecnología.
Esta posible extensión ha generado preocupación en el ámbito empresarial. Varias multinacionales han manifestado inquietudes por el posible incremento en los costos de operación y la complejidad añadida a las cadenas de suministro globales.
Mientras tanto, el debate sobre las consecuencias económicas y geopolíticas de esta política arancelaria continúa en el Congreso y en los principales foros económicos internacionales.